En el ámbito escolar, a lo
largo de más de un siglo, el libro fue elevado a categoría de canon del
saber y del conocimiento convirtiéndose en el eje central de lo que
debía enseñarse y aprenderse. Esta visión y modelo de escolaridad se
consolidó de tal manera que la simbiosis entre libro y escuela fue tan
profunda que surgió un tipo de libro singular y específico para el
trabajo en el aula: el libro de texto. Este material didáctico, a lo
largo de muchas décadas, fue evolucionando hasta convertirse en el
recurso casi indispensable para la labor docente de forma que lo que se
enseñaba y lo que se aprendía era lo que estaba impreso en sus páginas.
De forma paralela, en numerosas escuelas
y colegios fue surgiendo la necesidad de crear bibliotecas que
ofrecieran otro tipo de libros con potencial pedagógico como las
colecciones de libros infantiles y juveniles, de enciclopedias, de
diccionarios, de obras de literatura, de libros ilustrados y demás
materiales didácticos que fueran útiles tanto los estudiantes como para
los profesores. Por todo ello, una biblioteca escolar, era un lugar
necesario y complementario de los procesos educativos desarrollados en
el interior de las aulas. La biblioteca era, de este modo, un territorio
de animación a la lectura, un centro de recursos o materiales
didácticos, y un foco o espacio para la ampliación del conocimiento que
no estaba en los libros de texto.
Sin embargo, con la llegada de las TIC
(Tecnologías de la Información y Comunicación) los tiempos han cambiado
profundamente y existen muchas probabilidades que, a medio plazo, los
libros de texto y demás publicaciones impresas empiecen a desaparecer
del interior de las aulas. Esta hipótesis no es ciencia ficción, sino un
hecho real. Algunos países ya han anunciado la implantación de
políticas educativas destinadas a sustituir los libros de texto por
materiales educativos digitales. Por ejemplo, en Corea del Sur el
Ministerio de Educación ha planificado que los tablets, lose-readers y otros dispositivos electrónicos sustituirán a los libros de textode papel en el año 2015. En U.S.A. varios estados federales como Florida o California ya han comenzado este proceso que apoya la Administración Federal. Incluso la SETDA (Asociación de directores de tecnología educativa de los estados) en un reciente informe reclaman que este proceso acabe en el curso 2017-2018.
Existen muchas voces que pregonan la
necesidad y urgencia de que la escuela se apropie de la tecnología
digital y transforme de modo radical su práctica pedagógica. Desde hace
varios años se experimentando con distintas propuestas de materiales
educativos en formato digital: por una parte, están los denominados
libros digitales educativos que responden a una visión estructurada del
conocimiento, similar a los libros de texto en papel, pero incorporando
la interactividad y la hipertextualidad, por otra están surgiendo un
tipo de materiales educativos gamificados (también conocidos como
serious games) que ofrecen experiencias abiertas y flexibles de
aprendizaje apoyadas en las aportaciones de los videojuegos.
Por otra, están todos los variados
recursos o herramientas que ofrece Internet, o la web 2.0, que permite
que un docente pueda seleccionar aquellos objetos digitales (un video,
un blog, un portalweb, una presentación multimedia, una actividad
online, o cualquier otro producto) para que su alumnado desarrolle
tareas de aprendizaje en torno a los mismos. Asimismo, la red o web 2.0
hacen posible que los estudiantes se conviertan en creadores o
constructores de contenidos, y no sean meros receptores de información
vehiculada a través de los libros. Herramientas digitales como editores
de fotografías, de textos, de videos, de diapositivas, de mapas
conceptuales, de creación de sitiosweb, de blogs, de wikis, redes
sociales de intercambio de mensajes e información, entre otras muchas,
están permitiendo que el alumnado pueda aprender a expresarse y
comunicarse mediante múltiples lenguajes y formas simbólicas.
De este modo, la alfabetización en la escuela de la era digital ya
no puede reducirse a saber leer y escribir textos en lenguaje
alfabético, sino que un sujeto culto del siglo XXI tiene que tener
múltiples alfabetizaciones. Estas nuevas alfabetizaciones significa que
en las escuelas debe enseñarse a saber encontrar en Internet información
útil y adecuada en función de una serie de propósitos, a saber trabajar
colaborativamente en entornos virtuales, a dominar las competencias
para a comunicarse y expresarse en múltiples formatos y con las
herramientas digitales.
La pregunta es inevitable: en este nuevo
contexto donde los materiales didácticos tradicionales de papel
empiezan a desaparecer, ¿tienen sentido y utilidad las bibliotecas
escolares? Mi posición es que sí. La razón principal es que las escuelas
serán seguramente a medio plazo uno de los pocos espacios sociales
donde los niños encuentren libros en papel. Defiendo, que las TIC sean
parte cotidiana del trabajo escolar, pero también que en la escuela
deben convivir y estar presentes muchos materiales de distinta
naturaleza (impresos, audiovisuales, sonoros, multimedia, realidad
aumentada, manipulativos, etc.). La presencia y uso de distintas y
variadas tecnologías proporcionará a los estudiantes experiencias de
aprendizaje valiosos y ricos que les ayudará a desarrollar conocimientos
de distinta naturaleza cognitiva y emocional. Las bibliotecas escolares
no serán solo un recuerdo del esplendor pasado del libro, sino que
debieran ser el contrapunto necesario para desarrollar experiencias
culturales paralelas a las que se obtienen en el ciberespacio.